¿Te imaginas que un día, de repente, tu cuerpo empezara a hablarte?
¿Te parecería extraño?
Pues, en realidad, lo hace cada día, a todas horas, lo que pasa es que no nos enseñaron a escucharlo… O, peor aún, nos enseñaron a ignorar sus señales, los mensajes que nos envía constantemente.
Por ejemplo, de pequeños, tenemos aún esa comunicación instintiva, innata, con él y nuestros gustos están dirigidos por sus mensajes… Pero, ¿qué sucede si decimos que no queremos fruta después de comer o leche de vaca, o queso, por ejemplo?… Que los adultos empiezan a “educar” nuestro comportamiento y a orientarlo hacia lo que ellos consideran adecuado, pervirtiendo así esa sabiduría innata que nos hace rechazar esos alimentos de forma natural.
Todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas (en demasiados en realidad) la sensación de que no nos apetece estar en cierto lugar porque el ambiente es incómodo, las personas, el tema, la duración, la hora del día, etc… y “el cuerpo” nos pide irnos. Pero desde pequeños nos entrenan a asumir esas incomodidades, ignorar las señales que nuestro cuerpo sabiamente nos envía y forzarlo a mantenerse en esa situación… De esta manera, progresivamente, vamos acallando o ignorando sus señales porque no encajan en las expectativas del mundo que nos rodea y así, de forma lenta e inexorable, dejamos de escuchar y de considerar los importantes mensajes que nuestros “amigos del interior” tienen que comunicarnos.
En este cuento para niños a partir de 6 años he querido transmitir la idea de lo importante que es recuperar esa conexión con nosotros mismos, es decir, con nuestra sabiduría instintiva, que nos impulsa a tomar decisiones adecuadas contínuamente… A no ser que la ignoremos…
Es un primer acercamiento a este mundo, apasionante para mí, de “la vuelta a la vida natural”, que no deberíamos de haber abandonado nunca… Si conseguimos que los niños (e idealmente los adultos también) entren en contacto de nuevo con su intuición muchos de sus problemas emocionales desaparecerán… Los adultos deberíamos de apartarnos del proceso en lugar de tratar de imponer nuestras creencias aprendidas y heredadas porque muchas de ellas son erróneas.